El cambio climático exacerba la tensión entre el vínculo de la energía con el agua porque el cambio climático se manifiesta en cambios al ciclo hidrológico. El alza en los niveles y las temperaturas de los océanos, el aumento en la frecuencia e intensidad de las inundaciones, el aumento en la frecuencia e intensidad de las sequías y los patrones distorsionados de la nieve derritiéndose son algunos efectos diferentes del cambio climático.
El aumento en los niveles oceánicos amenaza al 40% de la población mundial, que vive a 100 kilómetros (62 millas) de las costas. Los niveles oceánicos mayores aumentan el riesgo de erosión costera, que se sumerjan propiedades e infraestructuras valiosas y que entre agua salada a los acuíferos de agua dulce. El aumento en las temperaturas oceánicas afecta a sistemas tan diversos como la pesca, la acuacultura y el enfriamiento de las centrales eléctricas. Las inundaciones más frecuentes e intensas crean daños que se van acumulando, y esa mayor intensidad significa que las inundaciones individuales causan más daños más repentinamente. Responder a los niveles crecientes de los océanos costará una cantidad significativa de dinero. Algunas posibles soluciones incluyen mover edificios fuera de las llanuras de inundación o preparar diques para proteger la tierra que puede absorber el agua o construir embalses para capturar el exceso de agua durante las inundaciones.
Alternativamente, las sequías más frecuentes e intensas vienen con un aumento en las inundaciones. Para mitigar las sequías se necesita una infraestructura costosa para almacenar agua, tuberías extensas para llevar el agua a mayores distancias y bombas más potentes para subir el agua de pozos más profundos a medida que las fuentes de agua superficiales se van secando y la extracción excesiva de las fuentes de agua no renovables aumenta.
Los patrones distorsionados de cómo se derrite la nieve son otra consecuencia del cambio climático. La acumulación de nieve cuando es más fina se derrite antes y esto afecta los ritmos de disponibilidad del agua, el riego, la rotación de cultivos y otros patrones históricos. De las 7 mil millones de personas que habitan el mundo, aproximadamente 1.5 mil millones dependen del agua producto de la nieve derretida del Himalaya solamente. A medida que crece la población, también crece la cantidad de personas que viven del agua de la nieve derretida de las montañas Rockies, los Andes y otras cordilleras principales. Las aldeas alrededor del Monte Kilimanjaro en el este de África están particularmente vulnerables. El 29 de mayo de 2015, los funcionarios del gobierno reportaron cero acumulación de nieve en California, lo cual es un riesgo para decenas de millones de personas y la mayor parte del cultivo de frutas, nueces y verduras de los Estados Unidos.1Kai Ryssdal, “California’s snowpack has run out”, Marketplace, 29 de mayo de 2015. Manejar estos patrones cambiantes podría requerir inversiones significativas a gran escala en infraestructura de almacenamiento de agua que serían costosas y consumirían mucha energía, como por ejemplo embalses para almacenar agua durante más tiempo.
Este impacto se puede mitigar a través de inversiones en infraestructura nueva, cambios en la combinación industrial y agrícola de las sociedades afectadas o moviendo totalmente a las sociedades afectadas a otros lugares que tengan mejor oportunidad de sobrevivir los cambios climáticos mayores. Todas estas opciones tienen sus desventajas y algunas, por sus exigencias energéticas, pudieran empeorar la situación a largo plazo. Al mismo tiempo, los efectos negativos afectan con mayor frecuencia a las sociedades más pobres. Por ejemplo, las emisiones de los miembros más ricos del mundo causarán problemas costosos que los pobres sufrirán. La desigualdad en las emisiones (mayormente por los ricos) y el sufrimiento (mayormente de los pobres) presenta un dilema que el mundo deberá resolver.
Image Credits: cowardlion/Shutterstock.com; Brandon Giles/U.S. Coast Guard.
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